Hallado al borde de un alto acantilado,
sin horizonte alguno al frente,
sin luz que señale y ilumine,
la así densa y opaca oscuridad.
Mis ojos lo han encontrado muchas veces,
y ante tal encuentro,
he querido retroceder y volver atrás,
sin conseguir moverme,
sin vislumbrar el camino de regreso.
Y allá quedé mucho tiempo,
mirando a mi alrededor la oscuridad,
a la espera de la luz, de la iluminación,
a atreverme a palpar a ciegas el suelo,
de lo que está hecho bajo mis pies
el infierno.
Y al alba se ilumina el precipicio,
se clarifica la existencia
sobre la pendiente de la muerte,
y salí, y salí a perderme
por las extensiones
del mundo y de la vida.
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